En el presente la humanidad está en una era de re-definición y cambio. El mito de que la felicidad proviene de factores externos tales como las posesiones o la posición está perdiendo terreno. La felicidad espiritual, la que viene del interior, se está redescubriendo.
La felicidad se está convirtiendo en una responsabilidad personal, que tiene su semilla en la soberanía original y en la dignidad del alma.
Desde la perspectiva espiritual, es muy difícil justificar la infelicidad. Cualquier razón que demos es la voz de nuestra propia falta de entendimiento y conciencia. La verdad es que destruimos nuestra propia felicidad cada momento conforme continuamos entreteniendo corrientes de pensamientos negativos y de desperdicio. Ponemos excusas acerca de esto y como consecuencia, la falsedad se ha asentado en lo profundo del alma.
Esto sólo se subsana cuando valoramos y practicamos un estado de conciencia elevado y de estar por encima de todo lo demás y adoptamos la perspectiva más elevada de la mente: Dios y yo estamos conectados con un propósito y positivamente; siempre lo hemos estado y siempre lo estaremos.
Cualquier aspecto de espiritualidad que practiquemos durante un largo período de tiempo se convertirá en parte de nuestra naturaleza.
La prueba de estar en el camino de la espiritualidad es que el carácter es moldeado por la sabiduría.
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