domingo, 3 de julio de 2011

Yo, mi peor enemigo

Con raíces tanto psíquicas como culturales, el autoboicot es un atentado a la felicidad personal que, con paciencia y las herramientas adecuadas, puede superarse.

Un artículo publicado por The New York Times se pregunta: ¿cuál es la finalidad del hombre de sabotear el éxito? Aunque resulte paradójico, hay quienes son felices desde el dolor y la decepción. ¿Qué puede llevar al hombre al autoboicot? ¿Qué le pasa a quien apuesta a ser víctima o a gozar con el sufrimiento? Se cree que, en mayor o menor medida, en algún momento de la vida todos podemos convertirnos en "masoquistas emocionales".
Resulta difícil imaginar un libro de autoayuda que enseñe al hombre a ser cada día más triste o a convertirse en un buen perdedor. Sin embargo, sería de gran utilidad para aquellos que encuentran una recompensa placentera siguiendo el camino inverso.
"De toda la psicología humana, el comportamiento autodestructivo está entre los más misteriosos y duros de cambiar", introduce en el tema el doctor Richard Friedman, profesor de Psiquiatría en el Weill Cornell Medical College, de Nueva York, uno de los centros mejor calificados para la investigación clínica y médica en los Estados Unidos. Es él quien escribe el artículo de The New York Times que citamos al comienzo.

"Siempre a mí"; "la vida me engañó"; "no tengo suerte en nada"...

 Quién no conoce una tía, una abuela, un vecino, un amigo o un compañero de trabajo que haya elegido o le tocó en suerte "ahogarse o hacer la plancha en una vida gris". Muchas veces no podemos entender cómo alguien persiste en la idea de elegir aquello que lo daña, no renuncia a lo que lo hiere o insiste en exponerse al riesgo y las dificultades.
Alicia López Blanco, licenciada en psicología, autora del libro La salud emocional, nos ayuda a entender este fenómeno del "daño permanente", muy común entre los argentinos, entre otros motivos, por herencia cultural.
"Boicotear es impedir o entorpecer la realización de un acto o de un proceso para conseguir alguna cosa. En el caso del auto-boicot -señala la psicóloga-, la propia persona se impone el freno con el objetivo de obtener algo que aparentemente no favorece su bienestar, pero que sí satisface algún deseo inconsciente. Podríamos plantearlo, metafóricamente, como una lucha interna entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal que libran, en el interior de la psiquis, batallas de diferente intensidad y frecuencia. Por un lado, una fuerza positiva impulsa a la autonomía y el desarrollo personal; por el otro, una negativa trata de impedir el crecimiento y la evolución."
Si bien muchos podemos ser víctimas de una sucesión de "malas rachas", no todos elegimos convertirnos en seres descreídos o esclavos de la resignación. No siempre una cadena de fracasos nos conduce a elegir este estilo de vida. Influyen la cultura, la educación, el cómo hayamos aprendido a atribuir lo "bueno" y lo "malo" de lo que nos pasa.

Cuéntame tu condena
"¡Pobre de nosotros!"; "hija, ¡eres una desdichada!"; "no tiene suerte con las mujeres". Aunque parezca mentira, consciente o inconscientemente, mamamos desde la cuna la posibilidad de crecer y gozar con el sacrificio o el lamento.
O todo lo contrario.
Los humanos estamos enmarcados en una doble tendencia vital, la del instinto de vida y conservación, por oposición al instinto de muerte y dolor. A lo largo de toda la vida nos balanceamos en torno a estas dos direcciones. Está lo que heredamos y está lo que decidamos poner en juego a la hora de elegir qué nos motoriza o nos provoca placer.
Todo hace pensar que el recurso del auto-boicot emocional puede caernos como regalo de nacimiento o, al menos, se enseña y se aprende; así como se adquiere cualquier otra estrategia para vivir y sobrevivir.
Muchas veces es más cómodo asumir "una vida de sumisión y sacrificio", aceptar un "destino impuesto o torcido", o atribuir la desdicha al "castigo de los dioses", en lugar de asumir los riesgos o hacer los duelos necesarios con el objetivo de elegir un destino propio o promover el cambio que nuestra vida pueda llegar a necesitar.
Muchas personas se limitan, se disminuyen, piden disculpas permanentemente, eligen ser sumisas u obedientes porque creen que serán mejor.
Lo cierto es que quien boicotea su propia felicidad no necesariamente padece de algún trastorno de personalidad., certifica López Blanco.
Hay varios estilos de personalidad que pueden convertirse en destructivos. Muchas veces, por dar un ejemplo, boicoteamos el éxito por exigencia desmedida. Las exigencias del mundo moderno, muchas ya impulsadas por viejos mandatos de "éxito y productividad", se convierten en un terreno pantanoso para los hiperresponsables o culposos.
Están quienes suelen ponerse objetivos demasiado elevados e inalcanzables y, en esa búsqueda, mientras desmerecen sus talentos y esfuerzos, se condenan al "fracaso" y la insatisfacción generalizada o permanente. ás queridos y respetados.

 Aunque parezca mentira, hay quienes mueren con la idea de que "se vive para sufrir".

Al parecer, se trataría de llevar el arte del autoboicot a la conciencia y resignificar creencias y carencias emocionales.

ESTRATEGIAS PARA EL CAMBIO
En busca de una mejor calidad de vida, podría pensarse en:
  • Trabajar la autoestima. Quien posee una valoración positiva de sí mismo difícilmente sostenga acciones dirigidas a cumplir con la profecía de que, indefectiblemente, le irá mal.
  • Regular los niveles de exigencia y tolerancia a la frustración. Cuando no puede cumplir con alguna expectativa de logro personal o conseguir algo que se había propuesto, si su capacidad para afrontar frustraciones es pobre, se sentirá víctima de lo sucedido. Las acciones derivadas de ese suceso se dirigirán inconscientemente al autocastigo, lo que hará que se cumpla la profecía desgraciada que él mismo generó.
  • Cambiar de anteojos o ajustar el foco. Es muy difícil que a una persona le vaya mal en todos los órdenes de la vida. Lo que suele suceder es que muchos evalúan su existencia desde la negatividad. Son los que suelen ver el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. De esta manera, magnifican lo que no cumple con sus expectativas y miran la realidad de modo extremista y catastrófico.
  • Revisar la compulsión al enojo y la culpa. Cuando logramos recuperar la autoconfianza, conseguirmos romper con un estilo de emocionalidad pasivo y limitante donde suelen reinar la ansiedad, la ira, la agresividad y el sentimiento de culpa.
  • Reconocer los beneficios de la "asertividad". Se trata de asumir un comportamiento más adulto y sincero en la comunicación, donde la persona logre manifestar abiertamente sus pensamientos y deseos, y defienda sus legítimos derechos, sin la necesidad de agredirse ni de someterse a la voluntad de los otros.
  • Reemplazar algunas palabras del diccionario cotidiano. Tal como sugiere la licenciada López Blanco, "es importante quitar del vocabulario personal expresiones tales como: siempre, nunca, todo, nada", para ubicarnos en el contexto de una realidad con matices. Esto puede ayudarnos en la valoración de las cualidades, capacidades y logros.

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