Los grandes esfuerzos para el estudiante están precisamente en mantener la consciencia de unidad o la consciencia con la unidad, para en algún momento especial, recibir una chispa de la unidad.
Los pensamientos disgregadores, es decir, aquéllos que tienden a generar dispersión dentro de nosotros mismos, no son creativos o recreadores, más bien, son desgastadores de nuestra vitalidad personal.
Siempre han existido fuerzas que hemos llamado de la disgregación o del desorden, como una fuerza que existe en el Universo, y que forma una parte esencial de este mismo. Las fuerzas superiores o de la consciencia tienden hacia la búsqueda de la unidad, es decir, a superar y hasta cierto punto someter el desorden a un orden natural, que es lo que los griegos llamaban de forma metafísica el Cosmos o el Orden. Pero ordenar algo no significa estar en tensión internamente, puesto que si tratáramos de imponernos una disciplina excesivamente rígida, inflexible y poco adaptada a las circunstancias, llegaríamos entonces a un estado de colapso mental y a numerosos errores en nuestros actos y realizaciones.
La relajación y la serenidad sí son una base correcta para promover los estados creativos, ya que la creatividad es afín a ese concepto general de la unidad.
Hay quien ha comentado que la salvación personal reside precisamente en la capacidad de autointegración, que hasta cierto punto es una búsqueda de la unidad encontrando nuestro propio centro personal, o el llamado punto centra len el símbolo astrológico del Sol.
La pérdida de la unidad, obviamente, siempre es algo momentáneo o temporal, pues la persona puede permanecer despistada o fuera de sí misma durante segundos, minutos, horas, días, años o incluso décadas, por no decir algo más. Siempre hay una ley por la cual es posible retornar o, dicho de una forma más exacta, comenzar el retorno hacia la unidad. Según este concepto metafísico, los errores de las personas o las caídas, son provocadas por alejamientos momentáneos de la unidad.
El ser humano a través del roce o del conflicto consigo mismo, y a través del roce o del conflicto con las experiencia, puede ir adquiriendo un conocimiento mayor acerca de cuáles son los caminos que le alejan de la unidad y, por tanto, aquéllos que le acercan a la unidad.
De entrada, ya desde que el ser humano es niño, aprende la existencia del placer y del dolor, tomando prácticamente respuestas que como simple ley de supervivencia, le conducen a evitar el dolor o el sufrimiento y a buscar los estados placenteros, y entre estos últimos podríamos citar simplemente al juego. Más adelante, se le puede hacer pesado ir a la escuela porque tiene que abandonar sus juegos infantiles, y ahí se produce un conflicto, el cual es superado con un posterior acercamiento mayor a la unidad y a la madurez, cuando él entiende que el estudiar no es tan divertido pero sí útil y necesario. Es decir, aquí el colegial ya va comprendiendo que determinadas sensaciones que en un primer momento no son tan divertidas o tan excitantes, sí van a ser en el futuro fundamentales para su propio bienestar, lo cual significa tener una visión de unidad más a largo plazo.
Cuando una persona recibe un choque psicológico del nivel que sea, en una primera instancia se encuentra en un estado de sorpresa o quizás de choque por esa nueva situación que se ha generado, lo cual le puede producir internamente en sensaciones de huida, de infravaloración personal o de cierto hastío de la propia dinámica de las experiencias que se le están presentando. Cuando es capaz de superar esa situación, se genera internamente una reacción tendente ala unidad según la cual, este individuo va a ir comprendiendo el intríngulis de esas experiencias y va a sentirse capaz de ir aportando algo positivo a la situación. De esta forma, poco a poco va recobrando su consciencia de unidad o, podríamos decir también, ha generado un nuevo acercamiento hacia la unidad, ya que evidentemente, la fusión total con la unidad es algo que estará reservado a privilegiados, y quizás no sea siquiera un atributo posible para los seres humanos. En cambio, sí existe el progresivo acercamiento a la unidad, que es el que hace que nuestra vida vaya siendo congruente, y que seamos capaces de ver con visión de conjunto, aquellas experiencias del pasado, tanto las que han sido exitosas como aquellas en las que en principio hemos fracasado.
Esa consciencia de la unidad es la que hace que el ser humano vaya madurando y evite que en su mente o en su psiquis aniden sensaciones de resquemor, de susceptibilidad, de sentimiento de fracaso, o simplemente de remordimientos.
Todas las experiencias se pueden ir autointegrando, incluso aquéllas que más han supuesto un choque para nosotros en el pasado. Irán formando un conjunto armónico dando un carácter eminentemente positivo, creador, placentero o autorrealizador.
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